«La comparsa de Gigantes y Cabezudos de Zaragoza somos catorce gigantes, once cabezudos, dos caballicos y una cuadrilla de dulzaineros que pone la banda sonora en nuestras salidas». Nueva y ampliada edición de la Pequeña guía ilustrada de Gigantes y Cabezudos de Zaragoza, editada en 2014 y hace años agotada, en una versión que incorpora al cabezudo de la Cigarrera y a los gigantes Goya y Josefina, en cuidada edición con encuadernación en tapa dura. Único libro que reúne a todos los gigantes y cabezudos, los dos caballicos y la cuadrilla de dulzaineros que pone la banda sonora en las salidas de la comparsa zaragozana. Nos cuenta la historia real de cada uno, junto con la de otros entrañables personajes festivos pilaristas como el Tragachicos. Las coplas de cada personaje, su origen, anécdotas y curiosidades acompañadas por preciosas ilustraciones, en una edición para disfrutar con los más pequeños y conservar en nuestra biblioteca.
Pero yo los conozco bien, a unos y a otros, y te puedo asegurar que a pesar de su imponente aspecto, no hay criaturas más majas en toda la ciudad de Zaragoza. Cuatrocientos años de nada, cuatro siglos -¡que se dice pronto!- llevo acompañándolos en sus paseos. ¡Y siguen tan jóvenzanos como siempre! Yo no sé cuándo entrenan, pero el caso es que están hechos unos atletas: los gigantes, moviéndose ligeros a pesar de su peso increíble y los cabezudos…. qué decir de los cabezudos… ¡que corren que se las pelan, los tíos!
Pasan los años, las décadas… ¡los siglos!, cambian las modas, las tendencias, la ciudad, la manera de pasarlo bien, pero esta tradición se mantiene. ¡Y por algo será!
De hecho, para protegerla más aún, en 2024 el Gobierno de Aragón declaró Bien de Interés Cultural a la Comparsa de Zaragoza, para que las futuras generaciones puedan seguir disfrutándola por los siglos de los siglos.
Porque en todo este tiempo que llevo trotando junto a mis singulares amigos, he visto cómo los niños se divierten de distinta forma. Ahora hay menos rato para jugar y muchos más tipos de juegos. Los críos ya no brincan tanto en la calle y pasan las tardes encerrados en casa, delante de pantallas. Pero por mucho que hayan cambiado los tiempos, yo sigo viendo en los ojos de la zagalería la misma ilusión por correr con los cabezudos, la misma chispa que brilla de excitación en los ojos de los mocés cuando oyen que se acercan las alpargatas…