En el centro del jardín nos coloca Antón Castro a sus lectores un atardecer cualquiera, nos prepara un cómodo aposento al lado de fragantes jazmines y rosas de turbador aroma, y comenzamos entonces la lectura apasionante de sus versos, esos versos en los que crea lugares mágicos (Alfamor, la playa de Isheya) y personajes legendarios (el carpintero Pedro Ostáriz, Erminda, el caballo Romero), de modo que todos sabemos que nos encontramos delante del Antón Castro más genuino e inconfundible, del Antón Castro de voz personal y estilo propio e inimitable, que además escribe de paisajes (Valderrobres, Formentor, Panticosa, Acumuer) y de muchos personajes a los que quiere honrar (Manuel Vilas, Carmen Martín Gaite, Maurice Ravel, Fernando Aramburu, Almudena Grandes, Rosa Montero, Ángel Guinda, José Luis Rodríguez, Jane Birkin, Emilio Lacambra, Rogelio Allepuz), a la vez que manda cartas emocionadas a Miguel Labordeta y Eloy Fernández Clemente.
En el centro del jardín es también un libro de amor, pues en él es la amante quien con sólo «subir los peldaños» del faro hace que éste se encienda, y porque cualquier dolor puede mitigarse con amor, «con el afán invencible de querer»; y un manual de contemplación de la belleza, en el que el río es «el espejo nítido que… nos lleva a sentirnos un Narciso de inefable hermosura, el ambiente de paz donde todos ensayábamos nuestros mejores cuentos y los sueños de los amores imposibles». Y es además un viaje hacia la infancia y los recuerdos, hacia lo mejor de nosotros mismos. En el centro del jardín está esperándonos Antón Castro con uno de sus más grandes poemarios.
José Luis Melero