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El hombre que quería ser Dios

Carlos Tundidor Diaus

2023.

440 páginas.

15

x 23 cms.

Libro

ISBN: 978-84-8465-600-5

: 107

Hay personas que disponen de más patrimonio que naciones enteras; magnates cuyas fortunas se miden por miles de millones; organizaciones que, en la sombra, se comportan como parvos dioses con capacidad para actuar por encima del bien y del mal; individuos que mueven a su antojo, como fichas de ajedrez, a gobernantes, políticos, altos funcionarios, generales o verdugos para seguir amontonando más oro en sus cajas fuertes y paraísos fiscales…

El objetivo de Roger, trasunto de un justiciero universal que pretende acabar con la corrupción y protagonista de El hombre que quería ser Dios, no es otro que el de cambiar el mundo, un mundo que no le gusta, y para ello, trazará un recorrido por cuatro continentes, ayudado por su hijo Raoul, perfecto ejecutor y brazo armado de las sentencias, aplicadas sin titubeos, a una serie de dirigentes amparados por las leyes que los poderosos se saltan con total impunidad.

Las operaciones del Valle de Josafat nos llevarán desde Marruecos, Afganistan, Pakistan, México, Perí, Israel… , hasta Estados Unidos, entre 1990 y 2021, con personajes que acompañaran al tándem padre e hijo, como Yasmine, la joven que enamora a Raoul a los diecisiete años, raptada y casada a la fuerza por su primer dueño en el Marruecos del hachís; su amigo de la infancia Hamil, en el Alto Atlas; el rajput Nayam, en Pakistan; Adriana, la mujer que compartirán Roger y Raoul en diferentes momentos de sus vidas; Deborah, el milagro redentor de los últimos días de quien en su dacha de San Petersburgo ya solo espera que llame a la puerta su asesino…

Novela trepidante y amena, que mezcla el thriller con la aventura, el ajuste de cuentas con un sentido terrenal de la omnipotencia, y en la que su autor se pregunta, nos pregunta, si puede un hombre cruzar todas las líneas rojas para convertirse en ese «dios que decida, que señale, que castigue. Sin juicios, sin resquicios legales que permiten la impunidad mediante el olvido, el soborno y las grietas de una justicia fabricada por y para los poderosos (…). Pero ese juez ejecutor, ese dios, con minúscula o mayúscula, no es la solución (…). La ráfaga pasa y la claraboya ilumina en las sombras».

Era el necesario chivo expiatorio, el Isaac forzoso, el sacrificio irremisible ante el ara de ese nuevo orden, la inmolación inevitable de la victima aunque esta fuera terrible. Todo para que una misión tan importante como el Valle de Josafat siguiera en marcha…