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José Manuel Blecua Perdices. Premio 1 2012

José Manuel Blecua Perdices

Premio De las Letras Aragonesas 2012

José Manuel Blecua Perdices


José Manuel Blecua Perdices nació en Zaragoza en 1939. Hijo de José Manuel Blecua Teijeiro, también filólogo y gramático, y hermano de Alberto Blecua Perdices, igualmente filólogo, con quien se aficionó a la lectura a través de los tebeos y la literatura popular, sus primeros años transcurren por las calles zaragozanas y por las aulas del Instituto Goya, centro en el que impartía clases su padre. Etapa zaragozana en la que tuvo como profesores –y maestros que dejaron profunda huella en el discípulo– a Francisco Ynduráin o Ildefonso Manuel Gil. A ellos se suman en Madrid Rafael Lapesa y en Barcelona Martín de Riquer.


Tras su traslado con la familia a la ciudad condal y finalizada la carrera, ha sido profesor de enseñanzas medias y luego catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde dirige el Seminario de Filología e Informática. Asimismo, ha sido profesor en la Ohio State University y en El Colegio de México. Durante 25 años impartió los Cursos de Verano  para Extranjeros de la Universidad de Zaragoza.
Entre los varios cargos y actividades desarrolladas, destacan la de director académico del Instituto Cervantes, secretario ejecutivo de la Comisión Científica del Congreso de la Lengua Española de Sevilla en 1992, secretario del Comité Académico del I Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en 1997 en Zacatecas (México), y presidente de la Comisión Estatal para la celebración del IV Centenario de El Quijote. Por último, ingresó en el año 2006 en la Real Academia Española con el sillón h, de la que es director desde el 16 de diciembre de 2010.


Es autor de numerosos trabajos de lexicografía y de otros relacionados con la historia de las ideas lingüísticas en España, con la aplicación de las nuevas tecnologías al estudio de la lengua española y con la situación del español como lengua extranjera. Obras que inicia con Lingüística y significación (1973), a la que siguen La poesía del siglo XV (1975), Atlas de la literatura española (1979), Gramática española (1979, elaborado con Juan Alcina Franch), Qué es hablar (1982), Literatura española (1988), La transmisión textual del Conde Lucanor (1982), Literatura española (1988), Obras de Juan Sánchez Burguillos (1994), Manual de crítica textual (1990), Diccionari avançat de sinònims i antònims de la llengua catalana (1997, del que fue director), Estudios de grafemática en el dominio hispánico (1998, del que hizo las labores de editor junto con Juan Gutiérrez y Lidia Sala), o Diccionario general de sinónimos y antónimos (1999, también como director). Asimismo hay que hacer mención a su colaboración en el Diccionario panhispánico de dudas (2005), y en el Diccionario de americanismos (2010).


José Manuel Blecua Perdices ha recibido, fruto de tan larga y notoria trayectoria, diversos premios y distinciones, como la encomienda con placa de Alfonso X El Sabio, el Premio Aragón en su modalidad Nacional (2005) y la Medalla de Oro de Zaragoza (2011), entre otras distinciones.
 
El 9 de abril de 2013, el Gobierno de Aragón concedió a José Manuel Blecua Perdices el Premio de las Letras Aragonesas 2012, a propuesta de un Jurado presidido por Humberto Vadillo López, Director General de Cultura en representación de Dolores Serrat Moré, Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, e integrado por Joaquín Casanova Chulilla, editor y librero; David Lozano Garbala, escritor; José Luis Melero Rivas, bibliófilo y escritor; Marián Rebolledo San Martín, periodista; Gabriel Sopeña Genzor, profesor de la Universidad de Zaragoza y escritor; y Palmira Vicente Sanz, Jefa del Servicio del Libro y las Bibliotecas, que actuó como secretaria.


El Jurado propuso a José Manuel Blecua Perdices unánimemente “por la dilatada carrera de este aragonés ejerciente entregada al estudio de la lengua tanto en sus aspectos gramaticales como en el análisis de sus creaciones literarias, y por su dirección de equipos e instituciones que han contribuido poderosamente a incrementar el lugar del español en el mundo. En definitiva, por una vida entregada fielmente a la filología, es decir, por un amor constante a la lengua”.


DISCURSO DE RECOGIDA DEL PREMIO DE LAS LETRAS ARAGONESAS   2012


Excma. Sra. Dª Luisa Fernanda Rudi, Presidenta del Gobierno de Aragón


Ilma. Sra. Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte, Dolores Serrat Moré


Autoridades


Señoras y señores



Muchísimas gracias.


Como pueden imaginar todos ustedes, me siento muy emocionado por este Premio de las Letras Aragonesas, por la generosidad del Jurado al integrarme por unanimidad en una lista inmerecida para mí de amigos y de compañeros. Sólo puedo decir que como aragonés es una emoción haber recibido el Premio Aragón en el año 2004 y, más tarde, la medalla de oro de la ciudad de Zaragoza. Me consta y soy consciente de que el Quijote en el año 2005 y la RAE han pesado en la mente de ambos jurados; en esta corporación yo no soy más que el más humilde de los directores relacionados con Aragón: M. Asín Palacios, Pedro Laín Entralgo, Manuel Alvar López y Fernando Lázaro Carreter..


Al recordar estos acontecimientos pasados tengo que agradecer a la fortuna que he tenido desde que nací en una casa hoy desaparecida de la calle de Forment. Tuve excelentes profesoras de lengua española en el Instituto Goya, en la vieja Universidad, como doña Carmen Alquézar y Angelita Martín, también a mi padre en Literatura. Tuve estupendos compañeros; compartí pupitre el primer año con Agustín Ubieto. El Instituto Goya fue para mí un espacio de descubrimientos.


Pasé a la Universidad, donde don Francisco Ynduráin  me introdujo en el estudio “moderno” de la lengua. Conservo con cariño los apuntes y el recuerdo de las horas y los días vividos con los compañeros como Juana, Helio, Eduardo, Fabián, Pilar, Mariví, Ana María. También disfruté de mi primer seminario; a las ocho de la mañana don Paco nos empujaba a trabajar en la estructura bimembre en la prosa de Gracián. En este primer curso tuvimos como profesor a Ildefonso M. Gil, que nos enseñaba a escribir. Muchos años después heredé esta asignatura nada menos que de Carmen Riera.


Como en Zaragoza no existían los estudios de Filología, pasé a la Universidad de Madrid a estudiar con don Rafael Lapesa, después acabé mi carrera en Barcelona con mi maestro Martín de Riquer.


En esta época del fin de mis estudios y de mi inicio como profesor hubo dos personas que me influyeron  decisivamente con su consejo y con su enseñanza: Félix Monge y Juan Alcina Franch. Con Félix aprendí muchísimas cosas y también con don Juan, primero a ser persona y, además, a ser docente. Estuve varios años en la enseñanza media y fui muy feliz en el Instituto, tanto como lo había sido de alumno en el Instituto Goya zaragozano.


La experiencia de estudiar en varias universidades fue extraordinariamente enriquecedora, como también lo fue la enseñanza en América: la Universidad de Ohio poseía una magnífica biblioteca de trece pisos y allí vi por primera vez un ordenador a comienzo de los años setenta. Un compañero colombiano, Esteban Egea, trabajaba sobre el adverbio y había logrado introducir en fichas perforadas Cien años de soledad. Como el programa estaba preparado para  la lengua inglesa no lograba distinguir entre las formas de el artículo y él pronombre. Esa mañana recibí la primera lección de las relaciones entre la filología y la informática.


La experiencia americana se completó unos años después en El Colegio de México, institución de excelencia en la investigación, que también poseía una amplísima biblioteca del español de América y que estaba muy adelantada en aplicaciones informáticas dedicadas a la lexicografía.  Pude también  trabajar en el Archivo General de la Nación y darme cuenta de la complejidad del estudio histórico del Virreinato de la Nueva España.


He vuelto muchas veces a América desde aquellos años de la década de los ochenta y siempre me admiró la riqueza de la variedad lingüística. Los trabajos con la Asociación de Academias de la Lengua Española me han permitido conocer de cerca los problemas reales de la investigación y de la enseñanza del español en América.
A lo largo de mi vida he tenido la gran suerte de poder participar en la creación de instituciones relacionadas con  la lengua y con la cultura; fui miembro del consejo que organizó el Instituto Cervantes y trabajé en él intensamente en diversas ocupaciones. Tal vez la mayor de las suertes fue la organización del Congreso Internacional de la Lengua Española que clausuró la Exposición Universal de Sevilla. Desde Zacatecas, en el año 1997, he asistido a estos acontecimientos hasta este año que acudiré al congreso de Panamá.


Sin duda mi experiencia más emocionante y duradera es haber podido colaborar en la creación y consolidación de la Universidad Autónoma de Barcelona a partir de 1968. Nunca olvidaré el momento de entrar en la sala del Monasterio de San Cugat que iba a ser la futura biblioteca, sobre una mesa había ocho libros: el listín de teléfonos de San Cugat y siete más que eran propiedad de Monseñor Griera, por entonces abad del Monasterio (uno de ellos, lo único que recuerdo de los otros siete, era la edición de Azaña de Pepita Jiménez). La biblioteca de la Autónoma hace tiempo que ha pasado el millón de libros. Montamos un Seminario de Filología e Informática y nos pusimos a trabajar con un único ordenador para todos; el pobre trabajaba de día y por la noche le poníamos la tarea del día siguiente. Hoy el Departamento de Filología Española está a la cabeza de las listas de las universidades española.


Frente a la juventud de la Autónoma, la Real Academia Española cumplirá tres siglos en agosto. La RAE, como se dice en este siglo de siglas, mantiene hoy el mismo espíritu de servicio a la Nación que tenía en su creación en 1713. Como institución gobernada por los principios de la Filología, ha sabido incorporar sin graves obstáculos todas las tecnologías actuales para la investigación y para el servicio a los usuarios.


Desde mediados del siglo pasado existe la Asociación de Academias de la Lengua Española creada por el Presidente Miguel Alemán en México; esta Asociación (ASALE) ha desarrollado una amplia actividad sobre todo en el siglo XXI. Hoy posee un amplio equipo de investigadores repartidos por las Academias que trabajan en los Diccionarios, en el “usual” de 2014 (DRAE), en la revisión del Diccionario de Americanismos y en el resto de las obras académicas. ASALE mantiene una Escuela de Formación de Lexicografía Hispánica para todas las Corporaciones.


Acabo de descubrir que llevo tres folios hablando de mí y de mis amigos con todo impudor. Es verdad que también he hablado de las instituciones con las que he tenido la fortuna de poder trabajar  y, todavía más, de verlas nacer y crecer, aunque a veces —desgraciadamente— haya sido con la ausencia dolorosa de no ver crecer a mis hijas.


José Luis Acín me pidió unos textos breves para formar un librillo para hoy, él mismo ha elegido el primero: el pregón de la Feria del Libro del año pasado en Capitanía.  Fue un texto que no he vuelto a encontrar, que él guardaba y que recuerdo con especial cariño. He elegido otros tres de distintos trabajos: un fragmento de El texto ayer y hoy, que fue la lección de apertura de curso en mi Facultad, un fragmento de mi discurso de ingreso en la RAE, Principios del Diccionario, comentario de un fragmento del Diccionario de 1726, y un capítulo de la edición conmemorativa de El Quijote.


Escribir textos sobre textos es —no cabe duda— una hermosa tarea para un filólogo. El primero está formado por recuerdos de libros y de librerías empezando por el elogio de Juan de Yciar a los zaragozanos,  en uno de los manuales más curiosos del siglo XVI. El texto de la lección de la Universidad Autónoma es una conclusión de una clase de  Comentario Lingüístico de Textos Literarios, curso  que tuve a mi cargo dos décadas. El capítulo de introducción a la novela cervantina fue un encargo de mi director don Víctor García de la Concha.


Ahora pienso que debería dar las gracias a todos los que me han encargado textos y trabajos. Francisco Rico y Juan Alcina me encargaron un capitulillo para un libro de Lengua Española de Preuniversitario; este libro nunca salió a la calle porque se transformó en la Gramática Española de más de 1000 páginas que publicó la editorial Ariel en 1975. Mi director de la RAE y el benemérito Ignacio Bosque, ponente de la Nueva Gramática de la Lengua Española, me encargaron la dirección del equipo que redactó la Fonética y Fonología de la Nueva Gramática, a la que nosotros añadimos el DVD que presentamos hace muy poco en Zaragoza, en la Institución Fernando el Católico.


Para completar las páginas de la obra pensé añadir un comentario de textos, puro y duro, del que estoy muy orgulloso porque creo que no me salió del todo mal y porque la casualidad me hizo descubrir las pruebas del prólogo del Diccionario de Autoridades y toda una historia incompleta que tendré que completar algún día.


Vengo de una familia de excelentes investigadores, y no solo en filología, mi padre, mi hermano, mis primos, que son autores de trabajos magistrales. “Quevedo es mi rival” solía repetir en broma mi madre. Yo no he logrado alcanzar en modo alguno su calidad. Este Premio que recibo hoy se lo debo a vuestra generosidad y, sobre todo, al prestigio de las instituciones en las cuales he tenido el honor de poder participar.


Muchas gracias