Las téseras reflejan pactos institucionales, realizados entre ciudades, gentilidades o individuos, para establecer lazos de ayuda mutua, basados en prestaciones y obligaciones recíprocas. Pueden representar derecho al paso y pasto de ganado de una comunidad en las tierras de la otra, o la acogida de individuos desplazados. En este caso se considera un pacto bilateral, con mención de las dos partes que lo suscriben y del término kar, entre una ciudad, Tarmestuts, y un individuo, Lazuro.
La superficie exterior de la tésera reproduce de forma esquematizada la figura de un caballo. Riendas, muserola y bocado están representados mediante incisiones en la cabeza del animal. Se resaltan también los hoyares, el ojo, las orejas, la cola, las articulaciones de las patas o las zonas de unión entre éstas y el vientre. Destaca igualmente el tratamiento de las crines, recogidas y posiblemente atadas.
En el anverso hay otros dos motivos decorativos de interpretación más incierta: el primero de ellos es un cuadrado con aspa en su interior, inciso en las patas traseras del caballo, quizás representando unas trabas que lo inmovilizan, aunque puede tratarse de un elemento decorativo o simbólico. El segundo, es un conjunto de pequeñas incisiones circulares formando una línea en ángulo recto, cortada en su parte final por otras tres líneas; podría tratarse de un tatuaje o marca de identificación.
La superficie interior (reverso) es absolutamente plana y carece de detalles decorativos pero muestra, de izquierda a derecha, una inscripción realizada en signario paleohispánico (variante oriental). Consta de veintiún signos que forman cuatro palabras separadas por tres puntos, y que se distribuyen en dos líneas horizontales y paralelas ocupando toda la superficie central de la lámina, dejando libres las patas, el cuello y la cabeza del caballo. La línea inferior está condicionada por la presencia de las perforaciones donde se encajaban los elementos de unión de las dos partes de la tésera, forzando un poco la escritura.
La técnica de grabación es mediante puntos incisos; los signos son regulares, con una altura media de 0,48 cm y un trazado bastante cuidado. Como consecuencia de la realización de las incisiones que forman el epígrafe, el proceso de corrosión que sufría la pieza se agudizó, dificultando la identificación de cada uno de los signos, que tuvo que apoyarse en la información aportada mediante imagen radiográfica.