Los molinos de pólvora y la Real Fábrica de Pólvora de Villafeliche constituyeron, en sus más de cuatrocientos años de existencia, una de las principales actividades económicas de la provincia de Zaragoza y de Aragón. En la actualidad, cerradas ya de manera definitiva, conforman un paisaje preindustrial de gran importancia patrimonial que, por su extensión geográfica y la complejidad del proceso productivo, todavía trasluce su pasada trascendencia económica, social y estratégica.
Llegaron a ser casi doscientos los molinos de pólvora emplazados en las afueras del núcleo de población de Villafeliche, en el valle abrigado de los vientos, que se extiende entre el río Jiloca y el Camino de los Molinos. Estaban alineados con el eje de la «Acequia de los Molinos» a lo largo de 872 metros en hilera, de la cual toman el agua motriz. Eran independientes entre sí con el fin de que no se propagaran explosiones en cadena.
Cada molino era una construcción de planta rectangular de hasta unos 6 metros cuadrados, con escasos o nulos vanos (tan sólo el que encajaba el eje que movía el agua) muros de mampostería y cubierta a un agua. El conjunto de los molinos se completaba con otras dependencias como almacenes, oficinas, puesto de guardia y edificios de preparación de la pólvora y el molino harinero.
Eran edificaciones sencillas que disponían de un pequeño canal en el que giraba una rueda vitruviana y la mezcla se amasaba en un mortero de piedra con la ayuda de mazas de madera cuyas proporciones eran: 1 arroba castellana de salitre, 4 libras de azufre y 4 de carbón. La pasta de pólvora se pasaba por un «arnero de piel limpia» y en ocasiones se sometía al «pavoneo», lo que se llevaba a cabo en barriles de madera accionados mediante una rueda hidráulica.
La pólvora negra supuso una gran novedad; compuesta de una mezcla de salitre, azufre y carbón, era conocida ya desde la Edad Media, pero su fabricación se desarrolló a partir del siglo XV, abasteciendo, entre otros, la Guerra de la Independencia o los Sitios de Zaragoza. La pólvora era imprescindible para la defensa y los conflictos bélicos de la España moderna y contemporánea.
La Real Fábrica de Pólvora de Villafeliche compartió el abastecimiento de la pólvora en España con las Reales Fábricas de Granada, Murcia, Manresa y posteriormente Pamplona y Ruidera. Esta fábrica fue un modelo de gestión de titularidad mixta, diferente a las demás Reales Fábricas de España: los molinos eran propiedad particular, la acequia que los alimentaba propiedad comunal y sobre la Corona recaía la gestión de la producción, el abastecimiento de materias primas y concesión de licencias en manos del Administrador real. Este modelo de explotación mixta de Villafeliche fue exportado e implantado en América y Filipinas para la creación de las fábricas coloniales por su alta rentabilidad y bajo coste para las arcas reales.
En torno a la fabricación de la pólvora surgieron varios oficios y fueron necesarias varias materias primas que provenían de otras localidades: el azufre de las minas de Villel en Teruel, era depurado por fusión, enfriado y molido en tahonas; la madera se obtenía en pueblos de Teruel, los sacos de estopa de Calatayud y Daroca y el carbón vegetal se fabricaba con ramas de sauce. El salitre se obtenía por un proceso químico artesanal, puesto que el salitre natural obtenido por descomposición biológica era escaso. Toda la complejidad de la producción de la pólvora determinó que se sometiera al proteccionismo real.