Se localiza en las afueras de Jaca, en la circunvalación a Huesca. Pertenecía al poblado de Abós, hoy desaparecido. Actualmente es un edificio en ruinas, resto de una iglesia románica dedicada a San Miguel, que se transformó en polvorín por los franceses en el siglo XIX. Se compara con la de San Miguel de Larbesa, al Sur de Jaca también reutilizada como polvorín. Aislada en medio de un nudo de la circunvalación a las afueras de Jaca de la carretera que va hacia Somport, es el único vestigio que recuerda el emplazamiento original del poblado de Abós.
Inscrita en el primer románico determinado por una gran sencillez arquitectónica y sus pequeñas dimensiones, se trata de una construcción religiosa de arenisca y mampostería. La iglesia era de una sola nave y único ábside, cubierto con bóveda de cuarto de esfera y presbiterio, cubierto con bóveda de medio cañón. En el centro el ábside se colocó un ventanal cegado y sustituido por otros vanos cuando se construyó el polvorín. Actualmente tan solo se conserva la cubierta en bóveda de horno del ábside y el arranque de la bóveda de cañón del presbiterio.
En el exterior, la proporcionalidad volumétrica y la sencilla decoración de ménsulas con modillones del edificio fue totalmente enmascarada por un muro que encerró prácticamente la construcción original, resultado de las reformas llevadas a cabo para su conversión en polvorín durante el siglo XIX. Se valora positivamente el hecho de ser una de las iglesias convertidas en polvorín que mantiene en pie ese carácter militar añadido.
En su exterior todavía conserva decoración de ajedrezado jaqués que la relaciona con las iglesias románicas del círculo de Jaca.
Del polvorín del siglo XIX se conserva a su alrededor un recinto amurallado con casetones en los ángulos.