Tras su conquista a los musulmanes por Alfonso I, el castillo de Bardallur estuvo desde 1121 bajo la tenencia de Pedro Jiménez hasta 1124. En el siglo XIV fue incluido junto con Bardallur dentro de las posesiones del conde de Luna. En 1431 Alfonso V ordenó que se ocupase el castillo, confiscado a Federico de Luna y lo entregó a Ferrer de Lanuza. Entre 1485 y 1490 era de Martín de Lanuza y sería poco más tarde cuando quedó abandonada la población que se apiñaba en la falda del montículo donde se asentaba el castillo, ya que en 1492 Turbena tenía ya sólo dos vecinos.
El castillo está situado a un kilómetro de Bardallur. Desde la carretera, una pista forestal en buen estado lleva hasta la ermita románica de San Bartolomé, de nave única y ábside semicircular, que se encuentra muy reformada. Frente a ella se alza un escarpado montículo, y allí es donde se hallan los vestigios del castillo, apenas perceptibles, pues se reducen a un montón de escombros que se mimetizan perfectamente con los estratos de la montaña.
Sobre la cumbre apenas se pueden distinguir los cimientos de un recinto de forma oval, de unos 30 metros de eje mayor, con restos de un torreón en cada extremo, siendo el que mira hacia el río el único que conserva restos apreciables. Era rectangular de unos 6 por 4 metros de lado con toda su fábrica de tapial y piedra; conserva tres paredones medio caídos. En el extremo opuesto quedan las cimentaciones de otro torreón de planta circular.