Se trata de un casco de guerrero realizado en hierro en una sola pieza por martilleado a partir de una espesa lámina metálica. El capacete con un grosor uniforme en todo su desarrollo es de forma semiesférica con visera posterior o cubrenuca plana de media luna, con orificios para sujetarlo. Encima del capacete tiene botón esferico formando parte de la misma pieza, habitual en los cascos peninsulares.
Carece de carrilleras metálicas, se cree que los iberos solían desprenderse de ellas porque serían molestas en el combate.
En el interior del casco lleva incrustado un mango de falcata.
El casco procede de la necrópolis de Tútugi (Galera, Granada) se sitúa en la Comarca de Huéscar en la confluencia de los ríos Orce y Barbatos. Aquí la Cultura Ibérica tiene especial relevancia, ya que está considerada como la necrópolis más extensa del mundo íbero.
Aunque su descubrimiento data de 1914 y después de sufrir el expolio de sus tumbas, que eran especialmente ricas en ajuares funerarios, tanto de guerreros como de miembros de la élite, es conocida a nivel arqueológico desde 1920, fecha de la publicación de la «Memoria de las excavaciones» practicadas entre 1916 y 1918 por Juan Cabré Aguiló y Federico de Motos con el permiso de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
El yacimiento forma parte de un conjunto arqueológico compuesto por poblado (Cerro del Real), lugares de producción de cerámica y necrópolis (Tútugi), distribuidos por una amplia zona cercana al actual pueblo de Galera.
La necropólis se compone de unas 130 tumbas de grandes dimensiones situadas bajo túmulos. En general son de planta rectangular con una urna excavada en el suelo, a ella se accede a través de un pasillo o dromos para depositar los ajuares fumerarios del difunto al que se incineraba y se introducía en una vasija o urna funeraria de cerámica.
Dentro de los elementos propios de la panoplia de guerrero, durante la Edad del Hierro, el casco tiene una parte fundamental como arma defensiva. Estos cascos aparecen frecuentemente en las necrópolis. Asociados con armamento, sugiere una clara relación entre los cascos y un status social elevado.
El tipo de casco Montefortino, debe su nombre a la necrópolis celta homónima localizada en el Norte de Italia descubierta por M. Brizio a finales del siglo XIX quien inicia el estudio de este característico casco que él consideró etrusco. Aunque no hay acuerdo entre los investigadores la mayoría cree que sería originario del área céltica de Italia, posteriormente a partir del siglo IV a. C. tuvo gran expansión por toda Europa y se utilizarían en todo el Mediterráneo Occidental. Producidos masivamente, llegaron incluso a ser utilizados por los cartagineses. Cuando aparecen en el territorio de la Península Ibérica no deben considerarse de influencia celta sino Mediterránea.