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Exposición: Un árbol es un árbol de Les Sardines
«Un árbol es un árbol» es el título de la autobiografía del magnífico cineasta americano King Vidor (1894‐1988). Esta obra, considerada por muchos estudiosos del cine como uno de los mejores tratados cinematográficos de la historia, nos habla de una época con una efervescencia creativa hollywoodiense irrepetible; pero también de un ambiente tremendamente viciado y lleno de contradicciones que a la postre acabó haciendo desertar de la industria a este irrepetible autor.
En este contexto nos aparece un director de cine muy entusiasta y apasionado, que nos abre de par en par su vida y nos habla con honestidad y sinceridad de la transcendencia, el compromiso y la posibilidad de sobrevivir que le proporciona el cine «Me gusta hacer películas, ese ha sido mi gran amor».
Vidor creó gracias a su metrónomo y su peculiar sentido del lenguaje visual una manera de abordar en cine muy particular, donde la influencia técnica y narrativa de los europeos (la UFA, Lang, Lubitsch, Murnau), figuras como, Mankievitz, Truffaut, el teatro, el mimo y sus actores, así como de una inquietud cultural y social muy arraigada, fue puliendo un estilo que ha perdurado e influenciado a numerosos artistas y cineastas hasta nuestros días. Entre todos sus referentes cinematográficos contemporáneos a su obra destaca la profunda admiración y respeto que siempre tuvo por Luis Buñuel y algunas de sus películas como «El», «Simón del Desierto», «Viridiana» y sobre todo «Los Olvidados» de la cual se sentía un humilde predecesor gracias al cine social que había llevado a cabo al principio de su carrera en los años 20 y 30, y que él jocosa e irónicamente ubica en la etiqueta del «cine comprometido» o en la antesala del «cine de arte y ensayo».
Esta exposición titulada como la autobiografía de Vidor «Un árbol es un árbol» de Les Sardines no pretende ser una hagiografía de King Vidor, ni tampoco un homenaje a su trayectoria cinematográfica e influencia artística. Podríamos decir que se trata más de una reivindicación de una parte de la esencia de su arte de los primeros y últimos años de su carrera para poder acercarnos, tanto a la crudeza y estomagante realidad social a la que ponía a disposición su cámara, como al genuino y singular optimismo desde el que abordó sus proyectos artísticos, así como su ubicación personal ante la lectura de un hito que marcó definitivamente una parte de su carrera artística que fue la crisis americana de 1929.
El pensamiento de King Vidor y la obra de Les Sardines nos incita a retrotraernos a la raíz y la esencia de la naturaleza humana social y medioambiental, y también al compromiso personal de los autores con el arte. Todo esto en un momento en el que ver estas películas resulta absolutamente imprescindible para discernir y establecer un punto de referencia desde el que emprender una reflexión que ayude a entender y ver con perspectiva histórica la réplica actual del momento en el que nos encontramos. Un punto de referencia que nos debe de obligar a recomponer nuestro rol en la multitud, nuestra autonomía en la muchedumbre, nuestra emancipación ante la univocidad así como el reconocimiento en la naturaleza. A partir de allí los autores huyen de una retórica estética, poética y dialéctica y su punto de partida es marginarse de la realidad para seguir formando parte de ella; para ello Vidor, entre otros muchos artistas, pone unos cimientos sólidos para que otros como Les Sardines, sigan investigando y explorando, esa es su lectura y su punto de arranque.
En 1924 su amigo y productor Irving Thalberg le preguntó si tenía alguna idea y sin pensarlo le respondió «Quiero hacer una película de alguno de estos tres temas: el acero, el trigo o la guerra» y esta idea se convirtió en uno de los pilares fundamentales que determinaron una parte importante de su producción, su obra literaria y su filosofía hasta el final de sus días. Este proyecto tiene su origen en este eje que los autores han denominado «acero‐trigo‐guerra», y que comenzó con la película «El gran desfile» (1925) , continuó con «Y el mundo marcha» (1928) película premonitoria del período de decadencia y crisis que empezó a partir de 1929; filmes que adquirieron un sentido y una transcendencia mayor gracias a películas como «Aleluya» (1929), y una de sus obras maestras «El pan nuestro de cada día» (1934). A partir de allí más de 60 películas jalonan su carrera con grandes títulos de la historia del cine que repartió entre sus obras más autorales y el cine industrial fundamentado en las adaptaciones de grandes obras literarias.
Vidor filmó su última gran producción comercial «Salomón y la reina de Saba» en 1959 en los montes de Valdespartera (Zaragoza). En este rodaje perdió uno de sus grandes amigos y admirados actores Tyron Power que fue sustituido por el polémico Yul Brynner; de manera que esta circunstancia, varios proyectos fallidos y su hartazgo de la industria cinematográfica americana, hacen que a los 65 años determine el fin de su carrera como director. A partir de este punto, y con la misma ilusión de su juventud, retoma su pasión por la pintura, la escritura, la filosofía y las clases en la Universidad, a la vez que experimenta con una vieja cámara de 16mm con la que rueda varios mediometrajes sin distribución comercial. Su experimental obra cinematográfica póstuma «Metaphor» (1980), y la última parte de sus memorias de «Un árbol es un árbol» nos ayudan a entender a este director, donde comprobamos el hondo calado personal, artístico y de orgullo que le supusieron las cuatro películas de la crisis del 29 citadas y todo lo que las rodeó. Sin duda las que más marcaron su identidad artística, y que en el tramo final de su vida tanto le permitieron seguir reflexionando, creando y proyectando su compromiso y activismo con el mundo.
La exposición «Un árbol es un árbol» fue presentada por Les Sardines por primera vez en Febrero de 2014 en la sala 00 del Museo Pablo Serrano de Zaragoza en colaboración con la Asociación Cultural Ecocine, el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Zaragoza, el Centro Buñuel de Calanda y el apoyo y asesoramiento particular de su director Javier Espada. Después de allí algunas piezas de la exposición han participado en varias exposiciones colectivas en numerosas salas de arte y museos entre los que cabe destacar la exposición colectiva «Drap-Art» celebrada en Diciembre 2014 y Enero 2015 en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.